¿Es posible para un abogado conciliar en tiempos de crisis?
Un análisis de Silvia Pérez-Navarro, socia directora de Iterlegis
La preocupación por conciliar la vida profesional y personal gana importancia entre los abogados. Quizá en este sector, un poco más reacio a incorporar cambios que otros, se ha dado de forma más lenta pero, en los últimos cinco años, el debate sobre conciliación ha ganado intensidad en distintos foros y cada vez son más los abogados que tienden a solicitar y valorar las medidas al respecto.
Hasta entrados los años 90 la conciliación no pasó a ser un asunto que se tomase en cuenta en el entorno de la abogacía. Solicitar medidas de este tipo no entraba en los parámetros de ningún profesional del sector y considerarlo como contraprestación habitual era algo poco menos que impensable.
En realidad no fueron los despachos de abogados sino las empresas, propiciadas por las nuevas métricas y objetivos de Responsabilidad Social Corporativa que se les imponía a sus departamentos de Recursos Humanos -y la consiguiente legislación laboral de aplicación-, las que comenzaron, ya en la primera década del presente siglo, a proponer medidas de conciliación para sus profesionales; nuevas medidas que entraron así en el día a día de los abogados que formaban parte de los departamentos jurídicos de esas empresas.
En los despachos de abogados la situación era muy distinta. Antes de hablar de conciliación había que solucionar en España temas aún más urgentes de cara a la regulación profesional. Para empezar, no fue hasta 2006 cuando los abogados de despacho vieron regulada su actividad, pasando gran número de ellos de tener una relación mercantil sin convenio de trabajadores ni normas laborales, a una relación laboral, sometida a un régimen especial. Esto último, sin duda, ha ayudado a implementar en los despachos medidas como, por ejemplo, la posibilidad de acceder a una reducción de jornada tras la maternidad.
En los últimos años los despachos se han visto obligados, pues, a ir adaptando sus sistemas de trabajo y su forma de funcionamiento. Y, aunque las medidas de conciliación se han ido introduciendo muy tímidamente, lo importante es que la vía se ha abierto y, sobre todo, sigue evolucionando. Un camino en el que, además de la presión social, han jugado un papel crucial la ubicuidad y cada vez mayor seguridad e inmediatez que garantizan las tecnologías.
Ha costado que algunos profesionales, especialmente los de larga trayectoria en el sector, acepten que gracias simplemente a un ordenador portátil y un teléfono móvil (incluso integrados ya en un único dispositivo inalámbrico de pequeño tamaño) los abogados puedan trabajar desde cualquier lugar y sin un horario prestablecido. Sigue habiendo quienes piensan que esto puede dar lugar a una menor implicación del profesional en el desempeño laboral. Nada más lejos de la realidad. Diferentes estadísticas demuestran que cuando un profesional gana en flexibilidad y autonomía, su productividad se incrementa y el grado de satisfacción para con su desempeño también.
Es más, la flexibilidad, precisamente, nos permite observar algo que se está convirtiendo en habitual: abogados que renuncian a parte de su salario para optar por una jornada reducida y, gracias a las nuevas tecnologías, continúan trabajando desde fuera de la oficina. No sé si en realidad esto es bueno o no para el área de conciliación que nos ocupa en esta tribuna, pero sí viene a demostrar que el compromiso de un profesional crece conforme crece también la confianza y las facilidades que la firma para la que trabaja deposita en él.
No se trata, pues, de trabajar más o menos horas, sino de trabajar en base a objetivos y resultados, empleando las horas necesarias pero con la flexibilidad suficiente para que ni el desempeño profesional ni la vida personal y familiar se resientan.
Precisamente a causa de la crisis, instituciones, empresas y particulares requieren, incluso en mayor medida que en tiempos de bonanza, de asesoramiento jurídico constantemente. El trabajo excesivo sigue existiendo, simplemente han cambiado las especializaciones más demandadas. Si bien ha disminuido el número de operaciones de gran calibre, como pueden ser las grandes fusiones y adquisiciones empresariales, ha aumentado la cantidad de litigios abiertos en otras áreas como las operaciones de refinanciación de empresas, o el asesoramiento en materia fiscal y laboral tanto para empresas como para particulares.
No se debe olvidar que la sociedad avanza en esta dirección, y es absolutamente recomendable seguir la senda de la conciliación que ya se ha abierto en otros países europeos desde los años 90 y, por cierto, con muy buenos resultados en las áreas de eficiencia y organización.
No es infrecuente encontrar en grandes despachos de la “City” londinense socios a media jornada, o abogados internos de empresa en este régimen, en este último caso compartiendo un puesto entre dos personas con diferentes horarios o ejecutando en días alternos. Si otros países han sido capaces de hacerlo, y con éxito, no veo por qué en España no vamos a serlo. Opciones hay muchas y el resultado merece la pena. Para todos.
Publicado en: diariojuridico.com